A un nome perdido no caminho
Traduzido e lido por Georgia Turano Rodríguez (University of Leeds)
Já não tenho seu nome,
eu o perdi,
e agora
não sei mais como você se chama; procuro
pelos bolsos, no meu calendário,
no ar estagnado nas cortinas;
lembro-me de algumas letras, mas não sei em que ordem
devo juntá-las; continuo portanto,
procurando seu nome, e reviro
os móveis, a memória, os sapatos,
olho debaixo da cama, no espelho, no mundo
que envelhece pela janela.
Não consigo encontrá-lo.
Percebi esta manhã, folheando o álbum de fotos;
cada objeto tinha uma palavra:
árvore, torre, turista, nuvem, céu,
mas você era apenas um pronome,
era apenas ela:
blusa azul de alças, bolsa, óculos
de sol, sorriso, shorts…
e ela,
e você,
e como você se chamava,
e como eu a chamava em vão,
quando não respondia, quando estava longe
tanto quanto estão agora.
Não que eu queira lhe falar, sabemos bem
que não resta um minuto nos relógios
que rompemos, é apenas porque
gosto de saber onde ponho as coisas,
não vá ser que um dia dê de cara com seu nome
no momento menos indicado,
mas também porque noto um vazio escandaloso
na parte mais triste da língua:
onde antes ficava seu nome, agora há uma sombra
que dói quando muda o tempo,
que avisa quando vai chover
e garante uma noite interminável
de pupilas cravadas no escuro.
A un nombre extraviado en el camino
Ya no tengo tu nombre,
lo he perdido,
y ahora
no sé cómo te llamas; no lo encuentro
por los bolsillos, ni en mi calendario,
ni en el aire estancado en las cortinas;
recuerdo algunas letras, pero no sé en qué orden
debo juntarlas; sigo, por lo tanto,
buscándolo, y remuevo
los muebles, la memoria, los zapatos, me asomo
debajo de la cama, y al espejo, y al mundo
que envejece detrás de la ventana.
Tu nombre no aparece.
Lo noté esta mañana, viendo el álbum de fotos;
cada objeto tenía su palabra:
árbol, torre, turista, nube, cielo,
pero tú sólo eras un pronombre,
apenas eras ella:
blusa azul de tirantes, bolso, gafas
de sol, sonrisa, pantalones cortos…
y ella,
y tú,
y cómo te llamabas,
y cómo la llamaba cuando lo hacía en vano,
cuando no respondías, cuando estaba tan lejos
como ahora lo estáis.
No es que quiera llamarte, bien sabemos
que no queda un minuto en los relojes
que rompimos, es sólo
que me gusta saber dónde pongo las cosas,
que no me quiero dar contra tu nombre un día
en el momento menos indicado,
y que noto un vacío escandaloso
en la parte más triste de la lengua:
donde estaba tu nombre tengo un hueco sombrío
que duele cuando va a cambiar el tiempo,
que avisa cuando llega la estación de las lluvias
y asegura una noche interminable
de pupilas clavadas en lo oscuro.
Leído por el autor
Foto de @EDITORIALUS (Twitter)