ESTE MAR NO ES AZUL
Hay días en que el mar
simplemente enloquece.
Ya no atiende a razones,
a los consejos de cetáceos
venerables,
ni a los requerimientos de sirenas
de intención viperina.
Un mar que, descompuesto,
devuelve a los mortales
restos de su inmundicia:
pedazos oxidados
de un mundo de metal,
y una espuma lechosa
que nace en las costillas
de los barcos hundidos.
Hay noches en que el mar
escupe gente.
Son una especie nueva
de peces expulsados
de todas las orillas,
que se hundieron con todo,
con lo que se dejaron,
con lo que no tendrán.
Arriban esparcidos a la playa
-moluscos arrancados del racimo-
y nosotros, higiénicos
mariscadores de la muerte,
colocamos sus cuerpos
en cajas de madera.
Pero el mar no desiste
y piensa devolvernos cada astilla
de cada caja
para naufragio nuestro.