Laura Peregrina

Laura Pelegrina
INFANCIA

 

 

Ella no pertenecía a nadie,

no tenia dueño, nada la contenía,

no era de ningún país,

ni a sí misma pertenecía.

 

Si el día era soleado andaba alegre,

si llovía confundía el sonido del agua sobre los charcos

con los latidos del corazón de un náufrago.

Decían que estaba loca.

 

Quise quererla así,

fijé mis ojos, en sus ojos suspendidos

entre lo tangible y lo irreal.

Ella estaba dentro, pertenecía a ellos,

pero no pude asirla.

Puede que aún siga conmigo.

 

Katy Parra

Katy Parra
DE NADIE A NADIE

 

 

El mar escupe muertos,

muertos imprevisibles,

muertos de cuatro años,

muertos recién nacidos,

mujeres y hombres muertos,

hinchados por la ausencia del oxígeno,

muertos desconocidos que aceleran

el paso decisivo de la muerte.

De nadie a nadie llegan,

tristemente escupidos

a un país extranjero,

escupidos no sólo por el mar,

sino por la barbarie y la metralla.

 

El mar escupe muertos

sin identificar,

y nadie quiere muertos si son desconocidos,

si llegan a tu casa huyendo de una guerra

y vienen abrasados por la huida.

 

Es más fácil mirar para otro lado.

El mar sabrá por qué se deshace de ellos.

Juan Pablo Zapater

Juan Pablo Zapater
LA EXTRAVIADA

 

 

Tu voz me conmovió desde el principio,

cuando apenas tu idioma conocía

y llenabas con nuevos evangelios

la bóveda del alma.

 

Aquellos cantos mágicos tan tuyos

sonaban como música traída

de un reino prodigioso, como rezos

que buscaban un dios

escondido entre pétalos de rosa.

 

Juré tomar tus hábitos y anduve,

descalzo y penitente,

en mi humilde labor de escribanía.

Yo quería imitarte: por las noches

me sentaba a tu lado y de mi pecho

se escapaban también aves azules.

 

Eras tan especial, tan poderosa,

que pronto decidí afrontar contigo

los momentos de duda, los reveses

del amor y la vida, circundados

de encierro y soledad. Yo te llamaba

espadas como labios, la voz a ti debida,

canción desesperada y otros nombres

preciosos como esos.

 

Mas algo en mí cambió y en veinte años

dejé de convocarte y me entretuve

montando otros caballos de batalla.

Olvidé la ternura de tus brazos

y también su desnuda fortaleza.

 

¿Fui yo quien te perdí? Nadie te huye

si no le das la espalda, si no cesas

de decirle al oído esas verdades

que sólo tú conoces.

Qué larga fue la noche de tu ausencia,

qué enferma de silencio.

 

Hoy has vuelto, tan honda y luminosa

como yo te recuerdo, sin dejarme

ni entonar un reproche.

 

Y el verso que derramas en mi frente,

hecho de luz cantada y viento dulce,

renueva mi bautismo con su lluvia

de benditas palabras.

 

 

(Del libro La velocidad del sueño)

Juan Pardo

Juan Pardo
LA CASA DE MADERA SOBRE EL ÁRBOL

 

 

Donde nuestra memoria pide asilo

siempre habrá un nido al que trepar en busca

de un polluelo emplumado y una rama

quebradiza que nos traiga de vuelta

a la realidad de los semáforos

y las prohibiciones de los años.

Cosas de niños, árboles y pájaros,

la infancia es un país que ya no existe.

Juan Noyes

Juan Noyes
SUMA SOLAR

 

 

Para Marta, in memoriam,

                        y para Andrés Sánchez Robayna.

 

No separes, Señor, así en los cielos, a quien ha consagrado tan altamente amor, aquí en las secas rocas, con las saetas de un sol de cristal.

De ese sol malherida la añoranza de un cuerpo, y en la academia del llorar cansado por la que fue la mitad de sí mismo.

Aquí sella los labios, buscando en mar océana fundamento y castillo para el huerto angustioso. ¡Locura transformada en la forma más alta de razón!

Aquí sella los labios, la resurrección de la carne anhela, con la pujanza de este ser ahora, con la añoranza de este ser vivísimo.

Con la añoranza de este ser vivísimo, y en la pasión ascensional del cántico, caen los requiebros del agua pura.

Caen los requiebros del agua pura, evocando un día de aire, en la torre.

 

 

24 – 25 de diciembre y 2015

 

José Manuel Regal

José Manuel Regal
PASAJERO DE LA HISTORIA

 

 

Esta cruz de silencio

que me hiere a diario

Interfiere cuanto soy,

alimenta los miedos enquistados

en la espesura del alma;

hurga en la sangría de todas mis derrotas

hasta caer rendido en la indiferencia,

esa que me empuja mi muerte cada tarde.

La textura el alba anaranjado

me hizo rehén del tiempo

en los relojes dormidos;

del desplome de los sueños

sobre un lecho de inquietudes muertas,

vienen los fantasmas  a anunciarse

en el portal de mi historia.

Sólo detrás de los espejos

desenmascaro  mi rostro,

tiendo los poemas a sol y me quedo solo

en este lento otoño de mis ojos.

 

Ahora que soy yunque,

golpean sobre mí, cual campanas

a la hora del Ángelus,

los temores y remordimientos al unísono

mientras la noche, presagia tempestades

y, llegan a mí, como una fatiga de gaviotas,

pecados antiguos

en la desembocadura justa de los sueños.

Llevo, como frutas amargas,

versos que delatan los pasos de mi infancia.

Luces frías

y vientos que salpican

el perfil de la inocencia

y las palabras calladas

a lo largo de los años.

Mi infinito extravío

sigue presente en mi estatura.

Me busco por las anchas avenidas

de la vida  y no hallo más

que sombras extintas del pasado.

 

 

José Luis Martínez

José Luis Martínez
OFICINA DEL DÍA

 

 

Contable jubiloso del presente,

de las sinapsis portentosas;

tesorero del agua, de los rayos del sol,

soy un perro feliz, harto feliz

a pesar de las garrapatas,

de las neuronas que perdí

–mis estrellas extintas–,

de tantas grapas en el cráneo.

 

Carne de la palabra emocionada,

me desdigo y vuelvo a decirme,

llevaría la suma de los dones

eternamente enamorado,

bien de quimeras, bien de realidades.

 

Celebrar, celebrar…

 

Yo nunca cierro mi negocio.

José Iniesta

José Iniesta
AMOR EN EL BALCÓN                                       

 

 

De nuevo es el amor quien me sostiene.

Por él estoy despierto y me levanto

en medio de la noche,

descorro las cortinas,

y un ímpetu me empuja a salir fuera,

al silente balcón de los desvelos.

 

Soy savia que no finge su principio,

la tensión penetrando más adentro

su obstinada raíz entre las rocas

para ser en la rama del otoño

primavera y raudal de tanta vida,

la danza por el aire de las hojas,

el fruto suspendido en su sabor.

 

Flechado estoy sin tiempo y decidido.

Vigilo por amor, sin pensamiento,

los astros de la noche por más verte,

me apoyo en la baranda frente al mundo.

Y el mundo, no presiente mi alegría,

ignora las palabras

ardidas en el cántico

que anhelan balbucir en su vislumbre

tu nombre que se nombra en el silencio

con verdad y belleza.

 

De nuevo es el amor quien me sostiene.

Tan sólo por amor alcé esta casa,

dispuse la arboleda en el jardín,

dejé manar la fuente hasta la piedra

pulida de la sed y las derrotas.

Ingreso en el espacio enamorado.

Transito por la alcoba de mi dueño,

y es vida lo que vivo al acercarme

al presente perfecto de tu abrazo,

al dulce son seguro

desde tu aliento siempre.