PASAJERO DE LA HISTORIA
Esta cruz de silencio
que me hiere a diario
Interfiere cuanto soy,
alimenta los miedos enquistados
en la espesura del alma;
hurga en la sangría de todas mis derrotas
hasta caer rendido en la indiferencia,
esa que me empuja mi muerte cada tarde.
La textura el alba anaranjado
me hizo rehén del tiempo
en los relojes dormidos;
del desplome de los sueños
sobre un lecho de inquietudes muertas,
vienen los fantasmas a anunciarse
en el portal de mi historia.
Sólo detrás de los espejos
desenmascaro mi rostro,
tiendo los poemas a sol y me quedo solo
en este lento otoño de mis ojos.
Ahora que soy yunque,
golpean sobre mí, cual campanas
a la hora del Ángelus,
los temores y remordimientos al unísono
mientras la noche, presagia tempestades
y, llegan a mí, como una fatiga de gaviotas,
pecados antiguos
en la desembocadura justa de los sueños.
Llevo, como frutas amargas,
versos que delatan los pasos de mi infancia.
Luces frías
y vientos que salpican
el perfil de la inocencia
y las palabras calladas
a lo largo de los años.
Mi infinito extravío
sigue presente en mi estatura.
Me busco por las anchas avenidas
de la vida y no hallo más
que sombras extintas del pasado.