LA RAÍZ DE LO QUE NO NOS QUEDA
Ese tiempo que no es el que nos queda,
ese hueco que pese a todo nos custodia,
esa precaria línea
que fracciona la vida en dos mitades,
nos exige vivir lo que transcurre,
me advertías.
Vivir. Sin deserción. Y una cierta lujuria.
Porque tal vez el mundo se disperse.
Y vuelva a excomulgar
sin que nos guarde un sitio.
Vivir lo que va estando,
hacia fuera,
como la luz que echa raíces
en una huella sin memoria.