Omar García Obregón: “At Every Step, The Game of Dice”

 

 

Translated and read by Parvati Nair (Queen Mary University of London)

 

(…) I speak of the city, shepherd through the centuries, mother that engenders us and devours us, invents us and forgets us.

                                    Octavio Paz

Our historians, who are the most perceptive in the world, have invented a method to correct chance; it is well known that their modus operandi are (in general) reliable; although, naturally, they are not divulged without some degree of sham. (…) Babylon is nothing but an infinite game of dice.

                                 Jorge Luis Borges

 

At every step, the game of dice fords borders

Like a geometric incantation

Of alcohol that distributes

The consolation of freedom

Through the viscosity of the universe

That demolishes the solidity of the ideogram

That falsely opens itself up, without ink,

To inscribe its chance on the passage of the stars

That wrench, swiftly, their yes and no

From fate

In the last glimmer of your life

To announce, in full darkness,

That the life of others continues.

 

Time has taken it upon itself to populate the world with borders

So that only in utopia may one find the fluidity of the universe

Plethora of painful scribbles

In the barbed wire that upholds maps

Like a silkworm ready to rip every fabric.

 

Thus they planted the flags

Even into the depths of the ocean,

But these are tacit demarcations for stray fish.

 

To chart the future of the passers-by

The adjacent spaces mitigate loneliness

Among languages that separate and force conquests

Attributed to nations and documents invented

With stamps and citizenships to judge the other as other,

To have an I without a you that shapes me

And releases me errant to roam the world of appearances

In the fragile light marked by geopolitical daggers

Where words, inescapable words,

No longer say anything in the vacuity of the spaces

That are no longer reconcilable in the finite density

Of the spiral of time,

That rises between the sacred and the perverse,

Between the absurd and the arcane,

Between the abominable and the opposed.

 

Borders, borders, countless borders;

Among adjacent homes, borders;

Every day, borders;

In the grit and the grief, borders.

 

The deserts claim their spaces

And the Sahara stops at red lines

That the desert dunes have blurred

To turn a tent into my home,

So temporary and yet so permanent, in the inhospitable

Spaces of the planet, in horizons

Surrounded by an impenetrable light

That pierces the debris of nothingness.

 

We are shadows in suspense,

Transparent apparitions in the middle of a desert,

Which could well be that of Algeria,

Waiting for over a quarter of a century for a boat to arrive,

A ship, a god able to overcome the impossibility

Of borders, of exploding mines forever,

Of making my city that old crystalline stop by the sea,

But problems do not fit in the swing of the world

If they do not come from the North or the empire;

My life is circumvented in the humanitarian rhetoric

That follows earthquakes that awaken the news

On any television channel,

And a light breaks the walls that are built

Day after day, walls that are broken ceaselessly,

But which alter their ways from country to country,

Interminable walls which, like stars,

Return faithful to the night.

 

We need one of those white nights of the Arctic,

Just one of those nights,

To see forever the face hidden

In the ruins of time.

 

Who turned the imaginary shreds of doubt

Into the slippery space of rhetorical

Truths that are reinforced by cartographers

In the wake of military imperatives, that raise statues,

Monuments with which to sculpt our history,

To turn myth into a fertile orchard,

The sole sustainable nourishment for the people

Who float and float, without thinking,

Dragged from shop to shop

By the new storms of mis-sold wealth,

By the desire of the insatiable,

In the immensity sliced by borders.

 

I inhabit this pariah space in the hangars of the abyss

In the hope of a certain flight to another place.

 

The borders are of solid glass

Awaiting the fire needed to overcome its form,

So that from the province of the kingdom

Following every stroke of the hammer another nation ready to fight may be forged,

Republic of dreams already achieved,

Of grafts that separate what sap unites

In the timeless vestibules

That welcome the tourist in passing,

For whom the altars are museums of infamy.

 

The deep waters bear the separation of spaces,

Like lacustrine thought between languages

That separate Romania from Ukraine, an abyss,

Between metal alloys and migratory birds

Replicated in the cornices of other houses that stand

Between Fuerteventura and Morocco,

Adrift between Korea and Japan,

The perennial battle for land

Between India and Pakistan,

Between China and India,

Lines of control between Tijuana and San Diego,

Whilst Europe is an island that spreads.

 

Borders, borders, innumerable borders

That are replicated in every broken mirror of dawn.

 

… hablo de la ciudad, pastora de siglos, madre que nos engendra y nos devora, nos inventa y nos olvida.

 “Hablo de la ciudad”, Octavio Paz.

Nuestros historiadores, que son los más perspicaces del orbe, han inventado un método para corregir el azar; es fama que las operaciones de ese método son (en general) fidedignas; aunque, naturalmente, no se divulgan sin alguna dosis de engaño. […] Babilonia no es otra cosa que un infinito juego de azares.

“La lotería de Babilonia”, Jorge Luis Borges

 

A cada paso el azar vadea las fronteras

como en un conjuro geométrico

preparado con el alcohol que reparte

el consuelo de la libertad

en la viscosidad del universo

que demuele la solidez del ideograma

que falsamente se abre, sin tintas,

a inscribir su suerte en la traslación de las estrellas

que arrancan, fugaces, del sino,

su sí y su no,

en el último destello de tu vida,

para anunciar, en plena oscurana,

que la vida de los otros continúa.

 

El tiempo se ha encargado de poblar el mundo de fronteras

para que sólo en la utopía se encuentre la fluidez del universo,

plétora de garabatos dolorosos

en el alambre de púas que sostiene los mapas

cual gusano de seda listo para rasgar todo tejido.

 

Así plantaron las banderas

hasta en las profundidades del océano,

mas son demarcaciones tácitas para los peces parias.

 

Para trazar el futuro de los transeúntes

los espacios contiguos mitigan la soledad

entre lenguas que separan y obligan las conquistas

atribuidas a naciones y papeles inventados

con sellos y ciudadanías para juzgar al otro como otro,

para tener un yo sin un tú que me estructure

y errante me suelte a rodar por un mundo de apariencias

en la frágil luz marcada por puñales geopolíticos

en los que las palabras, ineludibles palabras,

ya no dicen nada en la vacuidad de los espacios

que ya no son reconciliables en la finita espesura

de la espiral del tiempo,

que se alza entre lo sagrado y lo perverso,

entre lo absurdo y lo arcano,

entre lo abominable y lo opuesto.

 

Fronteras, fronteras, innumerables fronteras;

entre casas colindantes, fronteras;

a diario, fronteras;

en el roce y en la pena, fronteras.

 

Los desiertos reivindican sus espacios

y el Sahara se detiene en líneas rojas

que las dunas del desierto han ido borrando

para hacer de una jaima mi casa,

tan temporal y permanente, en los inhóspitos

espacios del planeta, en horizontes

rodeados de una impenetrable luz

que horada los escombros de la nada.

 

Somos sombras suspendidas,

apariciones transparentes en medio de un desierto,

que bien puede ser el de Argelia,

esperando más de un cuarto de siglo que llegue un barco,

un navío, un dios capaz de vencer la imposibilidad

de las fronteras, de reventar las minas para siempre,

de hacer de mi ciudad el viejo paso cristalino frente al mar,

pero en el vaivén del mundo no caben los problemas

que no vengan del Norte o del imperio;

mi vida se elude en los discursos humanitarios

tras los terremotos que despiertan las noticias

en cualquier telediario,

y una luz rompe los muros que se alzan

día a día, muros que se quiebran sin pausa,

mas que mudan sus costumbres de tierra en tierra,

muros interminables que cual estrellas vuelven

fieles a su noche.

 

Necesitamos una de esas noches blancas del Ártico,

tan solo una de esas noches,

para ver por siempre la cara que se oculta

en las ruinas del tiempo.

 

Quién hizo de los trazos imaginarios de la duda

un espacio escurridizo de verdades

retóricas que implementan los cartógrafos

tras dictados militares, que levantan estatuas,

monumentos para ir esculpiendo nuestra historia,

para hacer de la leyenda el huerto de cultivo,

el único alimento sostenible para el pueblo

que flota y flota, sin pensar,

arrastrados de comercio en comercio

por los tiernos vendavales de la riqueza mal vendida,

por la aspiración de lo insaciable,

en la inmensidad cercenada por fronteras.

 

Habito ese espacio paria en los hangares del abismo

en espera de un vuelo certero hacia otra parte.

 

Las fronteras son de vidrio macizo

a espera del fuego necesario para vencer su forma,

para que de la provincia del reino

tras cada martillazo se forje otra nación en pie de lucha,

república de sueños ya cumplidos,

de injertos que separan lo que la savia une

en los vestíbulos inmemoriales

que acogen al turista que va de paso,

para quien los altares son museos de la infamia.

 

Profundas, las aguas llevan la separación de los espacios,

como el lacustre pensamiento entre las lenguas

que separan a Rumanía de Ucrania, un abismo,

entre aleaciones minerales y aves migratorias

duplicadas en las cornisas de otras casas que se alzan

entre Fuerteventura y Marruecos,

a la deriva entre Corea y Japón,

el litigio perenne por la tierra

entre la India y Pakistán,

entre China y la India,

líneas de control entre Tijuana y San Diego,

mientras Europa es una isla que se ensancha.

 

Fronteras, fronteras, innumerables fronteras

que se duplican en cada espejo roto del amanecer.

 

 

De Fronteras: ¿el azar infinito? [Borders: An Infinite Game of Dice?] (Leiden: Bokeh, octubre 2018)

Omar García Obregón: “We Are the Inhabitants of Chagos”

 

 

Translated and read by Parvati Nair (Queen Mary University of London)

 

WE ARE THE INHABITANTS OF CHAGOS

 

Like you,

                                    Who is of use not even to be stone,

                                    Like you;

                                    Not even a strip of stone,

                                    Like you;

                                    Nor the stone of a palace,

                                    Nor the stone of a church,

                                    Nor the stone of an audience, like you,

                                    Like you.

           

                                                                                    León Felipe

 

 

 

Although you may not be stone, they take advantage

Of you, because everything here is taken advantage of.

Even the biggest fool will serve as a spy

In this sombre voyage of the shipwrecked

Provoked by mermaids who bury

Loose stones in the depths,

Unstrung beads between Chagos

And the West, snapped by those who brandish

The Power that obviates all identity.

 

Diego García, Western tip

Of the arc of contention, hosts the military

but still I need her, not because of the remote

Mocking birds, or the stray sparrows,

Nor the defiant orioles,

Nor the migratory swallows.

No, I need to know what the sixth fleet

Did with her in the Indian Ocean.

 

The coconut trees and the fishing are no more,

They desecrated the conference banquet,

Stranded between Africa and India.

What can we do in Mauritius or the Seychelles

With just twenty pounds sterling?

We are in debt to the world,

Lost amidst the Chinese, the Africans,

The Indians, the English and the French. We are

Immigrants who join the feast.

We are the coral atolls

Removed from Victoria, like extinct

Dodos, in a coat of arms.

Will we thus forget the monsoons

of yesteryears and of those that are to come?

 

Here rules the voice of invention

That drop by drop has created ocean

Boundaries, gunshots that burst

in the night and drown as if a tsunami

with extraordinary rendition,

to reconstruct in paperwork my history

with fighter-bomber planes.

 

We drink of the truth, which is relative,

And a shard of glass cuts in my memory a piece

Of the red flamboyant tree decapitated

By the uprooting of its pods.

There is a Gulmohar that awaits no flowers

Because you are not the lost cornerstone

Of the temple, but you have come

To seal as if in tombstone

The intersections of my history

And reinvent, with disdain, my past.

 

We shall have to cut down the Eucalyptus

That might enable us to continue filling

the British courts and tribunals of tenuous justice

with papers and documents if today in Europe

they torture by proxy.

Will they send us to Syria or Jordan,

To Egypt, Morocco or Uzbekistan?

We must write to the empire of hidden

Talents, that proffer eternal promise.

 

I shall prune the Maguey right down, and so

Never again in vengeance will you etch

My name, nor yours, and I shall cut down a cedar

To nail with hammer and chisel

The simple reciprocity

That will distance me from you forever.

 

Like a truly Solomonic island,

I shall throw myself to the winds and I shall

Remain adrift till I seize the sedate

light of another shore or lose myself

in the current, immensity of the waters,

if the Island offers no port.

 

No longer shall I invoke jet-black lucky charms,

Nor collect more useless amulets;

I shall use the fig sign as an insult

With my fist raised high, my thumb

Locked between my index and middle fingers.

 

Burn your tongue, a space of

Conquests rooted in falsity,

So that in the heart of the night you might burnish

Any irrational uncertainty

And I may relish you in the incandescence

Of my cities, in days filled

With rest, without parties or cyanide

Capsules in case we lose

The battle, without laurel leaves

Ready to poison the wells.

Or, like a hooded singing Pitohui,

Which harbours poison in its own defence,

I shall anoint my body, my weapon,

In case you launch me on another voyage

To lose the customs of my land.

 

 

Base militar de la isla Diego García (Chagos)

 

SOMOS LOS HABITANTES DE CHAGOS

 

 

Como tú,

que no sirves para ser ni piedra,

como tú;

ni piedra de una lonja,

como tú;

ni piedra de un palacio,

ni piedra de una iglesia,

ni piedra de una audiencia, como tú,

como tú.

León Felipe.

 

 

 

Aunque no seas piedra, se aprovechan

de ti, pues aquí todo se aprovecha.

Hasta el más tonto servirá de espía

en este sombrío viaje de náufragos

provocado por sirenas que entierran

en el abismo sueltos abalorios,

desensartadas cuentas entre Chagos

y Occidente, rotas por los que ostentan

el poder que obvia toda identidad.

 

Diego García, punta occidental

del arco de contención, acantona

los ejércitos, pero todavía

me hace falta, no para los sinsontes

remotos ni gorriones descarriados,

ni para desafiantes oropéndolas

ni para golondrinas migratorias.

No, necesito saber qué ha hecho de ella

en el Índico esa sexta flotilla.

 

Se acabaron los cocos y la pesca,

quebrantaron el banquete de encuentro,

desasidos entre África y la India.

¿Qué hacemos en Mauricio y en Seychelles

con solo veinte libras esterlinas?

Estamos endeudados con el mundo,

perdidos entre chinos, africanos,

indios, ingleses y franceses. Somos

inmigrantes que se unen al convite.

Somos los atolones coralinos

alejados de Victoria, cual dodos

extintos, en un escudo de armas.

¿Olvidaremos así los monzones

de antaño y los que hoy están por venir?

 

Aquí rige la voz de la invención

que gota a gota ha creado las cercas

del océano, disparos que brotan

en la noche y anegan cual tsunami

con la rendición extraordinaria,

para reconstruir en pliegos mi historia

con aviones de caza y bombarderos.

 

Bebemos la verdad, que es relativa,

y un vidrio corta en mi memoria un trozo

de rojo flamboyán decapitado

por el levantamiento de sus vainas.

Hay un malinche que no espera flores

porque tú no eres la piedra angular

perdida del templo, mas has venido

a sellar cual inscripción lapidaria

que fija las aristas de mi historia

y reinventa, con desdén, mi pasado.

 

Tendremos que cortar el eucalipto

que nos garantice el seguir llenando

de papeles los juzgados británicos

y tribunales de tenue justicia

si es que en Europa hoy torturan por proxy.

¿Nos enviarán a Siria o a Jordania,

a Egipto, Marruecos, o a Uzbekistán?

Hay que escribir al imperio de dones

dormidos, que auguran promesa eterna.

 

Podaré de cuajo el maguey, y así

nunca más contra el rencor grabarás

mi nombre, ni el tuyo, y cortaré un cedro

para aplicar con cincel y martillo

la económica reciprocidad

que me apartará de ti para siempre.

 

Como una veraz isla salomónica

me expondré a los vientos y marcharé

a la deriva hasta apresar la luz

sosegada en otra costa o perderme

en la riada, inmensidad de las aguas,

si La Isla no facilita el puerto.

 

Ya no iré a invocar figas de azabache,

ni a asir más amuletos inservibles;

usaré la guatusa como insulto

con el puño bien en alto, trabando

entre el índice y el medio, el pulgar.

 

Quema tu lengua, espacio de conquistas

enraizadas en falsos argumentos,

para que al filo de la noche pulas

cualquier descabezada incertidumbre

y pueda gozarte en la incandescencia

de mis ciudades, en días preñados

de sosiego, sin partidos ni cápsulas

llenas de cianuro por si perdemos

el combate, sin hojas de laurel

dispuestas a envenenar los estanques.

O, cual cantor pitohuí encapuchado,

que segrega veneno en su defensa,

embadurnaré mi cuerpo, mi arma,

por si intentas lanzarme en otro viaje

a perder las costumbres de mi tierra.

 

De Fronteras: ¿el azar infinito? [Borders: An Infinite Game of Dice?] (Leiden: Bokeh, octubre 2018)

Fotografía de la Isla De Diego García en Chagos, Océano Índico, de Mercopress.com